"Sabemos que la maniobra de descenso parece completamente loca, pero es el resultado de una elección muy cuidadosa de varias opciones", dice Adam Steltzner, jefe del equipo que ha desarrollado este sistema, arriesgado y complejo, en el Jet Propulsion Laboratory (JPL), en California. En lo que los ingenieros han llamado siete minutos de terror, el Curiosity tiene que zambullirse en la atmósfera marciana, resistir el intenso calor que provoca la fricción, ajustar la trayectoria, desplegar un paracaídas, encender los retrocohetes y, al final, la gran novedad de la operación: descolgar el Curiosity sujeto con cables de nailon hasta depositarlo sano y salvo en el suelo.
Será mañana lunes a las 7.31 (hora peninsular), minuto más o minuto menos por la variabilidad atmosférica allí, y se podrá seguir en directo por Internet en todo el mundo. En realidad, en ese momento, cuando llegue a la Tierra la señal, el Curiosity llevará ya 13,8 minutos en el suelo de Marte, el tiempo que tardan las radioseñales en recorrer, a la velocidad de la luz, los 248 millones de kilómetros que separan ahora un planeta del otro. Si todo sale bien, los ingenieros de JPL dedicarán unos días a desplegar y verificar equipos y, dentro de una semana o poco más, el Curiosity podrá empezar a rodar por Marte.
Los ingenieros se refieren a la maniobra como "los siete minutos de terror"
"El MSL es el telescopio espacial Hubble de la exploración de Marte", sugiere John M. Grunsfeld, director adjunto de la NASA para las misiones científicas, informa The New York Times.
Si el primer todoterreno de la NASA en el planeta rojo, el pequeño Sojourner de 1997, era, sobre todo, un ensayo de ingeniería para comprobar que era posible hacer una misión sobre ruedas en Marte, y los Spirit y Opportunity (2004) fueron los robots geólogos de campo, el Curiosity es, además, químico, y el primer gran laboratorio rodante de la exploración planetaria. El objetivo es intentar responder a una pregunta básica: ¿pudo Marte ser un mundo apto para la vida? Para averiguarlo, siguiendo la pista del carbono, el robot lleva 10 instrumentos de análisis que permitirán buscar compuestos orgánicos, sin que eso signifique, advierte la NASA, que sean vida. En los años setenta, las misiones Viking buscaron compuestos orgánicos en Marte, pero los análisis dieron negativo.
"El Curiosity es un paso más en el conocimiento de nuestro planeta vecino, pero no es una misión aislada, sino parte de un programa continuado de exploración de Marte", explica Doug McCuistion, responsable de dicho programa de la NASA. En perspectiva, aunque sin fecha, está el objetivo de traer a la Tierra muestras de Marte para hacer análisis exhaustivos. Y, más a largo plazo, todavía cabe pensar en viajes de astronautas al planeta rojo, lo que exigiría no solo mucha tecnología, sino también muchísimo dinero.
El Curiosity, cuya misión cuesta 2.000 millones de euros, es un vehículo con seis ruedas, de 900 kilos y el tamaño de un coche pequeño. Se dirige a una zona del cráter Gale elegida por la existencia allí de arcillas que se habrían formado en presencia de agua. Las capas geológicas expuestas en las paredes del monte Sharp, en el centro del cráter, son como páginas de un libro en las que los especialistas quieren leer el pasado geoquímico de Marte. El robot está hecho para funcionar en Marte dos años.
El laboratorio todoterreno buscará compuestos orgánicos
La pista de aterrizaje elegida para el Curiosity tiene mucho que ver con la nueva técnica de descenso, que es apta para grandes cargas y ofrece precisión en el lugar de destino. La selección de sitios para este tipo de misiones es siempre un equilibrio entre el interés científico y las condiciones de seguridad para que los vehículos no corran el riesgo de acabar estrellados contra una roca o volcados en una grieta. Al cráter Gale ya le habían echado el ojo los investigadores, pero no se podía aterrizar allí con las técnicas anteriores, recuerda John Grotzinger, jefe científico del Curiosity.
"Los sistemas de entrada y aterrizaje deben funcionar autónoma y automáticamente, sin intervención o control humano alguno", explica, desde el JPL, José A. Rodríguez-Manfredi, jefe de la estación meteorológica REMS del Curiosity, desarrollada y construida en España. "La secuencia de acontecimientos para pasar de 22.000 kilómetros por hora a quedar suspendido en la atmósfera marciana y ser depositado suavemente sobre la superficie tiene que ser enormemente precisa, teniendo en cuenta el cambio de centro de masas, el despliegue del paracaídas supersónico, la estabilización vertical, la corrección de velocidades horizontales, la elección el sitio adecuado, el descuelgue del vehículo y el corte y alejamiento del módulo de descenso", añade. Pero este ingeniero está seguro de que todo funcionará a la perfección.
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