Monday, August 6, 2012

0 El dia que el Estado cerro su complicidad con los barras

.com/pagead/show_ads.js'>"; // -->


Nunca fue tan claro todo. Había tantas cosas para decir. Había tantos asistentes decisivos como para asestarles el golpe más duro. Para dar, por fin, un giro en esta espiral de muertes (ya once en medio año 2012 y 269 en el historial) por violencia del fútbol, y sin embargo, no sólo eso no ocurrió sino que, en cambio, el Estado profundizó su vínculo con el negocio, dejando una vez más todo en manos de una organización que respira corrupción en sus poros, como la AFA.



La presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, presentó ayer un maletín tecnológico para tamizar el ingreso de los aficionados a los estadios, lo cual parece incluir la voluntad de luchar contra la violencia en el fútbol, y de acuerdo con sus expresiones, que claramente denotaban un país que ya no es y un espectáculo futbolístico que tampoco sigue como entonces - mucho más ligada al romanticismo que a la realidad- , cuesta creer que con esa lectura, se pueda avanzar.

Los lectores habrán notado una diferencia en la semántica cuando nos referimos a la violencia "del" fútbol y luego, a la violencia "en el" fútbol. Quienes nos leen y nos siguen desde hace mucho tiempo saben a qué nos referimos. La primera se refiere específicamente a que es el propio fútbol, es la propia industria del negocio del fútbol, la que genera su propia violencia. Es la gran diferencia con la violencia de tantos otros países. Como bien dice Amílcar Romero, uno de los escasísimos investigadores serios del tema en la Argentina, los hooligans en Inglaterra, por ejemplo, son violentos "full time". Los barrabravas argentinos, en cambio, son violentos "part time".

La violencia "en el" fútbol, en cambio, es más general, obedece a fenómenos estructurales, generales. Esa, en todo caso, es la violencia de los plateístas (a la que hizo referencia la presidenta anoche) o la violencia que puede darse en cualquier sector de la cancha, en un bar, en una esquina, en una discusión, un insulto al árbitro o a un jugador.

El problema es doble. Esa violencia "en el" fútbol necesita de soluciones integrales, a largo plazo, ligadas a una mayor educación, al concepto de trabajo, de derechos del ciudadano, a la convivencia. La otra, la "del fútbol", en cambio, está ligada al negocio, a la violencia organizada, a aquella que nació de los dirigentes para imponer su voluntad, para sacar tajada de un fenómeno que había comenzado como fiesta popular.

Entonces, el anuncio de los maletines es lo mismo que hace veinte años fueron las camaritas de TV en estadios con capacidad mayor a veinte mil personas a principios de los años noventa, y que las listas de admisión en esta década, o que en otro disparate (asesorado por el blablablismo vacío de la sociología Pitman) se haya ido a Inglaterra a buscar extrapolar un sistema inviable para un país tan distinto como la Argentina, con su propia problemática. Tampoco aplica en esto Brasil, cuya situación se parece a la de los comienzos del fenómeno en la Argentina. Allí el tiempo es otro porque todo es incipiente y todavía no está del todo arraigado.

Todo pasa por la voluntad política. Porque para implementar estos maletines, que seguramente costaron una buena inversión estatal, se necesita tener las listas de admisión de los clubes, y esas listas, una vez más, como tantas otras innumerables veces, dependen de que sus dirigentes, muchos de los mismos que anoche aplaudían cada frase presidencial, las entreguen al Estado en tiempo y forma. Y si esos dirigentes, o muchos de ellos, ni siquiera entregaron en meses los documentos que viene exigiendo la AFIP, si hace años que conviven con sus barras bravas y no sólo no las denuncian sino que las apañan, si siguen contratando jugadores cuando están inhibidos de hacerlo por deudas anteriores con Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA), ¿Por qué el Estado, ahora sí, y luego de todo eso, les dice que les cree y pasa a depender de ellos?



Causa estupor ver sentado en la platea, y aplaudiendo la llegada de los maletines tecnológicos a Daniel Passarella, el presidente de River Plate, cuya comisión directiva fue juzgada por complicidad (como mínimo) con el apriete de su barra brava a Sergio Pezotta en el partido de Promoción ante Belgrano, en el Monumental, en el mismo estadio donde este año fue asesinado el joven Gonzalo Saucedo, pese a lo cual se consideró una sanción menor porque era "una riña que venía desde un barrio, ajena al fútbol". Ridículo.

Causa estupor ver sentado, al lado de Passarella, y aplaudiendo, al presidente de Boca Juniors, Daniel Angelici, que en pocos días tendrá que observar desde su palco en la Bombonera cómo se amenazan dos facciones de la barra brava, que seguramente se matarán luego afuera, después de que la banda de Rafa Di Zeo saliera como si nada del palacio de Tribunales cantando en las mismas escalinatas que "a todos los traidores los vamos a matar".

Pobre Javier Cantero, el presidente de Independiente. Anoche fue ridiculizado por el poder político y futbolero. No sólo porque en su cara dijeron que para solucionar la violencia "en el" fútbol (porque para ellos es así) se necesita todo esto y mucho más, cuando él lo solucionó sólo con su propia voluntad, sino que además, se le dice que desde el Estado, se está con los que simulan resolver el problema, pero de fondo patean una vez más la pelota para adelante, con el partido perdido por goleada y cuando cada vez quedan menos minutos para el final.



Pero ni siquiera allí quedó todo. Se avanzó mucho más en la protección del negocio, cuando, esperando que sea desde la ignorancia o el romanticismo pero no un mal asesoramiento y menos la convicción, la presidenta terminó halagando a los que se suben a los paraavalanchas y no miran el partido y se colocan de espaldas, junto a las grandes banderas.


Tal vez la presidenta tenga en la retina aquellos días de los setenta, románticos, en los que las barras bravas ya existían pero las muertes aún no asolaban de esta forma al fútbol argentino, y en la que tal vez cabía alguna posibilidad de hinchas comunes, o no involucrados en el negocio, metidos entre los duros.

Era otra Argentina, más igualitaria, menos violenta, más creativa, en la que los plateístas de River aplaudían la vuelta olímpica del Boca de Alfredo Di Stéfano, o cuando la hinchada ganadora le cantaba a la rival aquello de "Flaco no te vayas/flaco vení/quedáte a ver a mi equipo/te vas a divertir". Eran los tiempos de compartir espacios sociales, de reconocer al otro aún derrotado y hasta goleado, algo así como decirle "no importa que hoy te esté dando un baile, sin vos, amigo, el espectáculo no sirve, nos necesita a los dos".


La Argentina de hoy es, aún, la consecuencia de aquella nefasta dictadura 1976-83 y los anteriores años de la Triple A (1974-76), y entonces, no puede sorprendernos que de las tribunas se cante el "no existís, no existís" o el "jugadores, la c…de su madre, a ver si ponen huevos, no juegan contra nadie". El otro no existe, no es nadie. ¿Les suena de algún lado?

Entonces, rebobinando, los muchachos que ocupan hoy esos paraavalanchas, los que miran el partido de espaldas, los que, como brillantemente dijo el periodista español Jon Sistiaga (Canal Plus) que investigó el tema en la Argentina, no saben ni la formación de su equipo, no merecen ningún respeto y son simples delincuentes que forman parte de un negocio del que los dirigentes forman absoluta parte, con escasísimas excepciones.

Ensalzarlos, darles un carácter romántico que no tienen ni por asomo, decir desde un cargo como la presidencia que se los admira es un error muy serio, que seguramente parte de un mal asesoramiento y a la vez, un extraño sometimiento a una institución futbolera como la AFA, más temida que las organizaciones sindicales, Repsol, o las AFJP. Ni que fuera una embajada.

Sin voluntad política no hay nada. Se dijo hace años y se repite, una vez más, ahora. El mismo Estado que ayudó a financiar viajes de las distintas barras bravas en Hinchadas Unidas Argentinas para el Mundial 2010, ahora presenta maletines tecnológicos mientras ensalza a los muchachos del paraavalanchas. El círculo de
complicidades se terminó de cerrar. Pobre fútbol.




Yo personalmente al ver esto, me dio asco,asco,asco. Siempre tenia una pizca de fe en que un dia el gobierno iba a ayudar a detener la violencia en el fútbol. Ahora todos nos damos cuenta que este gobierno de mierda los usa como fuerza de choque. Váyanse todos.

About the Author

Author info. Go to Blogger edit html and find these sentences.Now replace these with your own descriptions, if you like it Subscribe to Our Feed and Follow Me on Twitter

    Other Recommended Posts

0 comments:

Post a Comment

 
back to top //PART 2