Wednesday, November 7, 2012

0 Shoko Asahara: el "gurú" del gas sarin

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AAlgunos dicen que fue la antesala de los ataques terroristas del 11 de septiembre. Otros, que inauguró la era de los atentados masivos e indiscriminados en grandes metrópolis. Lo cierto es que los acontecimientos que conmovieron al mundo y sembraron pánico aquel 20 de marzo de 1995 podían surgir sólo de una mente despiadada como la del "gurú" japonés, Shoko Asahara.

Arrojar el letal gas sarin -500 veces más tóxico que el cianuro- en la superpoblada red de subterráneos de Tokio en una hora pico era algo que, hasta aquella trágica mañana, sólo figuraba en las novelas de ciencia ficción más apocalípticas.

El ataque, que dejó 12 muertos, fue llevado a cabo por la secta Aum Shinrikyo -el nombre remite a algo así como "la verdad suprema"-, un misterioso y oscuro grupo con raíces budistas e hinduistas, que profetizaba el advenimiento de la Tercera Guerra Mundial para el año 1997, lo que daría inicio al fin del mundo.

Su líder era Shoko Asahara, considerado por sus 10.000 seguidores japoneses, 20.000 rusos -y por él mismo- el único "iluminado" de Japón y la reencarnación de Jesús y Buda.

Asahara -cuyo verdadero nombre es Chizuo Matsumoto- practicaba una mezcla de ritos budistas e hinduistas que incluyen el mito del Kali Yuga, una compleja creencia sobre el fin del mundo y el retorno al paraíso terrenal, que defiende la idea de que para alcanzar ese ansiado final es necesaria una etapa de confusión y muerte, dirigida por un ser malvado (según Asahara, encarnado por Adolf Hitler, una especie de enviado divino).

Su secta estaba en la mira de la policía aun antes de los ataques, tras haber sido denunciada por vecinos de su cuartel general -al pie del monte Fuji- por pestilentes emanaciones de gas. También, se sospechaba del grupo por casos de secuestros y asesinatos.


2006


Para Shoko Asahara, el año comenzó muy mal. La Corte Suprema de Tokio, que estudió durante dos años la apelación de los abogados del gurú a la sentencia de muerte dictada en febrero de 2004- decidió confirmar la condena y Asahara, que desde el día de su detención no dice palabra y se dedica a la meditación, espera en su celda la cita con la horca.

Los abogados, que desde el comienzo del "juicio del siglo" -así lo bautizó la prensa japonesa- intentaron convencer a los jueces de que los ataques habían sido una iniciativa de los discípulos de Asahara, que escaparon al control de su maestro, preparan nuevas apelaciones. Pero los especialistas creen que son pocas las posibilidades de que tengan éxito.

Mientras, la secta Aum Shinrikyo decidió "limpiar" su imagen y reconoció haber cometido los ataques (siempre lo había negado) y, tras pedir disculpas a las víctimas, comenzó a resarcir con dinero a familiares y sobrevivientes. El grupo fue rebautizado con el borgiano nombre de "Aleph" y, con unos 6500 seguidores, practica actualmente su culto bajo la vigilancia oficial.

Sin embargo, jamás quedó claro el motivo de los atentados con gas sarin, una creación de la Alemania nazi. Además de Yoko Asahara, otros once líderes de la secta fueron condenados a la pena capital por los atentados en el subte. De los miles de damnificados por haber inhalado el gas sarin en 1995, una buena cantidad aún padece problemas crónicos de salud.

En los últimos 10 años, Asahara se ha negado sistemáticamente a declarar y apenas balbucea algunas frases inentendibles o ha protagonizado violentos arrebatos que, según los peritos, son producto de sus intentos por fingir insania

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